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Revista Española de Artroscopia y Cirugía Articular

Asociación Española de Artroscopia (AEA)

ISSN online: 2443-9754 (es)
ISSN impreso: 2386-3129 (es)
Vol. 11. Fasc. 1. Núm. 21. Abril 2004
DOI: (sin asignar)
Recibido: Abril 2004
Aceptado: Abril 2004
Editorial

Editorial

Cuad Artroscop. 2004;11(1):7-8

Aquí nunca se han plantado las patatas en el ribazo de la izquierda, -sentenció Gregorio muy serio-. –En la izquierda se ponen las judías y las patatas en la derecha...

Cuando me quise enterar del porqué de tan sorprendente afirmación, me contestó impertérrito con eso de que, -aquí, siempre ha sido así-. En fin, así que con una sonrisa disimulada me fui a donde un conocido mío, que trabaja en el departamento de agricultura y es biólogo de oficio, con el que acordé un tratamiento de choque para aquel trozo de tierra en el que faltaban, a todas luces y según los últimos avances en la biosfera patatil, abono de la marca Espléndor junto con una solución de sulfatos con la que debía irrigar generosamente aquel trozo de huerta.

Así que, entre los murmullos y salmodias de Gregorio, aquella primavera fuimos preparando la tierra del lado izquierdo del ribazo y plantamos unos 25 kg de una patata de primera calidad conseguida a través de oscuros enchufes de mi amigo el biólogo.

Como mi lector supondrá, con tantos cuidados, el resultado fue el previsto, la cosecha fue inenarrable y muy comentada en los corrillos del pueblo. Plantas salieron bastantes, algo mustias, pero patatas...patatas ni una...

Pero nosotros, los cirujanos ortopédicos, no somos agricultores y cuando algo nos sale mal, o el resultado no es el esperado, debemos preguntarnos -¿Porqué?- una y otra vez. Volver a intentarlo por mucho que Gregorio cuente, a todo el que lo quiera oír, el vergonzoso fracaso del frustrado patatal. Debemos sentarnos en silencio y seguir dándole vueltas hasta conseguir encontrar las respuestas a nuestras preguntas. Tenemos que leer lo que opinaron otros antes que nosotros, buscando pacientemente entre aquellos autores menos conocidos, pero no por ello menos reflexivos. Y tenemos que seguir operando y anotando. Debemos guardar celosamente las experiencias y dejar que la vida vaya discurriendo plácidamente al mismo tiempo que, como un tesoro, vaya creciendo en nuestro interior la experiencia propia enriquecida con la que nos cuentan nuestros compañeros. Porque todos los resultados esperados, los inesperados, las complicaciones y las catástrofes tienen una explicación, una respuesta lógica y diáfana que necesitamos descubrir.

Y escribir, claro, escribir. Enfrentarse al folio vacío y llenarlo de apreciaciones inciertas, de impresiones, de esperanzas, de humo de fogatas, de humores malolientes, de errores vergonzosos.... y volver a releerlos cada cierto tiempo.

Y sentarnos al atardecer bajo nuestro árbol favorito rumiando y sospechando las respuestas mientras tomamos a pequeños sorbos la siguiente solución isotónica:

Ingredientes:

  • 6 hielos grandes de tamaño cafetería
  • 25 cc de tónica
  • 5 cc de ginebra a 4 ºC. Botella de tapón irrellenable.
  • Una gruesa corteza de limón

Preparación:

En un vaso ancho (tipo sidra), colóquense los hielos agitándose de forma circular al objeto de enfriar el vaso. Échese la ginebra desde unos 10 cm de altura dejándola salpicar y deslizar suavemente entre los hielos. Estrújese sobre la transparente ambrosia la corteza de limón, que se dejará caer al fondo del vaso mientras se agita ligeramente en suaves y elegantes movimientos circulares. Añádase la tónica y remuévase con una cucharilla limpia, pero no necesariamente estéril.

Y dejaremos fluir con suavidad los pensamientos. Quizás reviviremos nuestra intervención quirúrgica favorita mientras se agolpan y laten furiosas las preguntas y las respuestas. Duda de lo que has leído, quizás era todo mentira y está escrito por cualquier cantamañanas en busca de currículum. Verifica cada verdad oficial, no vaya a ser que la tierra sea plana después de todo. Desconfía de los que escriben para aumentar sus ventas, de los que escriben para que nadie los entienda; largas listas de datos incomprensibles que no han entendido ni sirven para entender. No escuches al cicatero, al trepa, al codicioso, al bobo, al ladrón ni al pelota. Analiza lo que sabes de verdad, lo que has verificado con tu experiencia. Y no se te ocurra morirte sin publicarlo. Porque hay respuestas que precisan más de una vida, necesitan dos vidas, cien vidas, mil vidas. Debemos anotarlas en un folio, en un libro, en Internet o contárselas a un amigo... pero no debemos romper la cadena de la ciencia.

Y enseñar, claro, enseñar. Enseñarlo todo, contarlo todo. Empieza enseñando las cosas de las que te sientes casi seguro, explica cómo has llegado a esas conclusiones, diles las cosas que crees, pero que no has podido confirmar. Sé sincero, lo más sincero posible dentro tus dudas. Nunca aceptes a enseñar lo que no sabes, no hables de temas en los que no eres experto, ni de los que no hayas meditado bajo el árbol, ni de los que no tengas las respuestas o al menos las preguntas. Y recuerda que es más grande un currículum de una línea que ha sido útil a alguien, que largos folios de publicaciones descriptivas y topográficas carentes de meditación entrega y poso.

Y perseverar con humildad, para que la ciencia avance.

Y mientras lleguen las respuestas, no te olvides nunca de que las patatas se plantan en la derecha y las judías en la izquierda. Porque, tonterías en nuestro trabajo, las justas...

Dr. José Achalandabaso

 

Cita bibliográfica

Achalandabaso Alfonso JEditorial. Cuad Artroscop. 2004;11(1):7-8. doi: DOI: (sin asignar)

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